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Sentimientos de amistad y admiración dejó Ciro a la Familia Proyecto Unión.

En Proyecto Unión hemos sido testigos de grandes historias de superación y hoy vemos finalizar una etapa en la vida de Ciro Cortés Pérez, quien se retira de su cargo después de haberse desempeñado como coordinador de la Casa de la Esperanza desde el año 2017, siendo un gran ejemplo  de lo que significan la voluntad y la responsabilidad cuando se tiene la meta  de progresar y salir adelante.  

Ciro, oriundo de Honda, Tolima, llegó a Bogotá para estudiar arquitectura en la Universidad Nacional, motivado por las habilidades que había visto en sí mismo desde pequeño. Aunque sus padres lo ayudaron a sostenerse económicamente mientras estaba en la capital, encontró un trabajo como mensajero que le mereció una buena cantidad de dinero. Atraído por las ganancias, Ciro decidió dejar sus estudios y dedicarse a trabajar. Su primer gran empleo fue en la empresa Bavaria, que aún recuerda con mucho cariño. Mauricio Quintero, Integrante del equipo de Desarrollo Institucional en la Fundación, recuerda entre risas los constantes “cuando yo trabajaba en Bavaria” que precedían las remembranzas de Ciro. 

Sin embargo, las inversiones en un mal negocio hicieron que Ciro perdiera su trabajo. Empezaría entonces un periodo muy desafortunado en su vida, pues poco después cayó en el alcoholismo, perdió a su familia y terminó deambulando por las calles de la ciudad. Allí buscando ayuda, conoció a personas que lo llevaron a la Fundación Proyecto Unión.  En agosto de 2007, queriendo dejar atrás los problemas, empezó a frecuentar el “Comedor María es mi Madre” y consiguió una cama limpia y un hogar donde refugiarse del frío de la capital, llamado “Casa de la Esperanza”. Su tenacidad y deseo de progresar hicieron que las directivas le ofrecieran ponerse al frente de esta casa, que alberga cerca de 50 adultos mayores, así fue como desde enero de 2017, con mucha responsabilidad asumió el cargo como  coordinador. 

Aída Cano, Coordinadora del Comedor, lo destaca como una persona alegre, colaboradora, responsable y absolutamente honesta, cualidades que demostró en sus años de trabajo. Según Ciro, el reto más grande siempre fue buscar la disciplina y el respeto entre quienes llegaban a la casa. “Todos vienen de vivir situaciones muy complicadas y la convivencia se hace difícil por eso”. No obstante, Ciro dice que siente haberse convertido en un amigo, un confidente y un consejero para quienes pasaban por ahí. “A veces creo que podría haber sido un buen psicólogo”, dice él. Ahora, a sus 63 años, recuerda con gratitud todos los años que pasó en la Fundación y se lleva, además de muchas enseñanzas, una satisfacción personal de haber sido reconocido y de haber cumplido su deber. Ahora, con la esperanza de recibir una pensión, dice estar en busca de una vida más tranquila, pero sin perder su sentido de servicio, el desea continuar como voluntario en la Fundación, donde siempre lo recordaremos por todo lo que nos deja, sus largas historias para contar y su gran ejemplo de superación.